martes, 23 de abril de 2013

Reflexión sobre la lectura

Manifiesto del arte de los ruidos

por Luigi Russolo


Mi papá me ha contado que antes la vida era muy silenciosa, que en su infancia toluqueña reinaba un silencio muy difícil de encontrar en estos días, y que no había necesidad de estar hablando cuando la gente se reunía, se podía estar y acompañarse porque había mucho tiempo y no había una carrera por contarse todo de las vidas de cada quien o de la vida en general. El silencio no era incómodo. Puede que su obsesión con el silencio se deba a su hiperacusia, condición real que sufren muchas personas, pero lo que planteaba Luigi Russolo ya en 1916, sólo se ha ido acrecentando. 

Estoy completamente de acuerdo con la idea de que el oído humano ha ido evolucionando  de la mano del nivel de ruido en cada lugar y época, y no exclusivamente por el nivel de ruido sino por la importancia que han cobrado las imágenes en estas generaciones, la mía incluída. De hecho, la sobreestimulación a la que estamos expuestos hoy en día tiene que estar provocando algo más que diversión en nuestros organismos. 

En lo personal, prefiero el sonido al ruido, difiero en la idea de que el sonido por ser del mundo musical es aburrido –aunque el esnobismo del que hablaba Russolo siga existiendo– y que el ruido nos acerca más a la vida misma porque nos acompaña siempre. Me parecen interesantes las composiciones con ruidos como pieza y las investigaciones sobre toda la gama de tonos que pueden existir y que puede percibir el oído humano o no; pero para acompañar mi ruidosa vida, prefiero música que se acomode a la situación y me haga sentir cómo quiero sentirme en el momento. 

Nada me parece más tedioso que el ruido a medias, y la verdad a mí el silencio como inmensidad me produce terror, sólo estar debajo del agua con ondas sonoras más lentas ya me estremece. Valoro los momentos de tranquilidad en "silencio", eso sí, aunque requieran de tapones para los oídos. 

sábado, 13 de abril de 2013

Reflexión sobre la lectura

La invención de Morel

Adolfo Bioy Casares


¿Por qué existe la necesidad de trascender más allá de la muerte? Pensar en la nada provoca un vacío tan espantoso que algo tenemos que inventar para llenarlo, para preservarnos aunque en el futuro no haya ningún testigo de que alguna vez estuvimos ahí. Morel decide hacer justamente eso en una isla abandonada, abandonada por el resultado del objetivo de la máquina. El objetivo era preservar una copia exacta de un momento específico, con todos los sentidos satisfechos, y la máquina funcionó tan bien que terminó por absorber el alma misma de las personas a las que copiaba, consumiéndolas. La realización misma de la eternidad no permitía la continuación de la vida; es la pregunta del árbol que cae en medio de la nada y si nadie lo escucha, ¿hace ruido?.
Si no hay testigos humanos de nuestra eternidad, ¿vale la pena ser eternos?, ¿no es eso otorgarle características humanas a lo inanimado y pensar que al mundo le importa que estemos aquí y que perduremos? como si no pudiera sacudirnos en algún momento que se harte de nosotros (nótese que hago uso de la misma figura retórica que acabo de describir, lo que me hace pensar si realmente podemos comprender el mundo desde otro lugar). 
Preservar, cuidar, trascender es parte muy importante de la cultura humana, porque sin historia no hay cultura y, por lo tanto, nada que preservar y cuidar, pero si la trascendencia implica la muerte, no sé cuántas personas elegirían "la vida eterna".